Fauna Periodística XVII. Callados como putas

Estamos en una redacción cualquiera, de un medio cualquiera, de una ciudad cualquiera. Hay cuchicheos, portazos, nervios y dientes apretados. Se avecina tormenta. No se sabe si se trata de una metedura de pata, del tocamiento de pelotas al menos indicado o, simplemente, ganas de dar a la redacción “una vuelta”, pero hoy hay reunión y se prevé tensa.

Comienza el encuentro de todos los miembros de la plantilla. Parece que se va a dar un nuevo enfoque a los contenidos, con nuevas secciones, recortes en determinados horarios y ampliaciones en otras franjas. Y entonces surge la polémica. Una voz se alza –piensa- en representación suya y de sus compañeros. “No podemos seguir así, esto es una falta de respeto, nos queda poco para trabajar gratis”. Esas, y muchas otras, pueden ser las frases que nuestro valiente amigo o amiga ha soltado en medio de la expectación de sus colegas. Un sudor frío le recorre la espalda… y el silencio le martillea en los oídos. Creía elevarse a favor de toda la redacción pero, llegados al punto culminante, ese en el que ya habían acordado que se rebelarían… el resto calla como putas.

Trasladen esa situación a cualquier otra: reuniones de comité de empresa, de cualquier sección de cualquier medio, del equipo directivo y los curritos… siempre hay algún tonto que se adelanta, pone la cara… y se la parten sin que el resto haga nada a favor suyo. Callan como putas porque no tienen las agallas suficientes de defender frente al jefecillo lo que han bramado en la barra del bar o, incluso, en la propia redacción cuando aquél se ausenta.

Son muy valientes frente a sus compañeros, arrean al personal, les convencen de que “hay que hacer algo”, se quejan de la última idea de bombero del de arriba… pero a la hora de la verdad, agachan el hocico para no ser identificados con el par de tontos que han levantado la liebre. Frente a los jefes siempre están contentos con todo, siempre sonríen… pero les ponen a parir por detrás con sordina. Creen que así sobrevivirán mejor en una profesión que a menudo hace gala de su falta de compañerismo.

Y es precisamente esa actitud la que acabará con ellos. Porque no se dan cuenta que quien le echa narices a la situación –y probablemente esté con ello sacando un  pie de la redacción- es el tipo de persona que le echaría una mano incluso aunque no se lo mereciera. Les pasará, al fin, como a Pedro y el lobo. Cuando vengan a por ellos y entonces se decidan a hablar… ni les creerán ni habrá nadie para escucharles.